El viernes 5 de septiembre de 1986, hace ya 38 años, se produjo un asesinato que evidenció cuán profundamente incrustado estaba el narcotráfico en los niveles gubernamentales y estatales de Bolivia. Una expedición científica, dirigida por el célebre naturalista cruceño Noel Kempff Mercado, tenía como objetivo identificar nuevas especies botánicas en la serranía de Caparuch, en el departamento de Santa Cruz, cerca de la frontera con Brasil.

Bajo el mando del piloto Juan Cochamanidis, Kempff Mercado abordó una avioneta junto al guía Franklin Parada y al español Vicente Castelló. Mientras sobrevolaban lo que hoy es el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, los expedicionarios encontraron una pista clandestina de aterrizaje. Sin sospechar el peligro que los acechaba, Cochamanidis decidió aterrizar debido a un desperfecto técnico. Apenas la hélice se detuvo, dos vigilantes de la pista emergieron de la espesura. Tiempo después, serían identificados como los brasileños Almiro de Souza y Antonio da Costa, quienes abrieron fuego contra los recién llegados al confundirlos con policías. Kempff Mercado, Cochamanidis y Parada murieron en el acto, mientras que Castelló logró huir y esconderse entre la vegetación.

Dos días después, una avioneta encontró los cuerpos sin vida y rescató al español. Una serie de trabas burocráticas impidió la reacción inmediata de las autoridades bolivianas. Cuando la policía finalmente llegó al lugar, encontró los restos de una megafábrica de cocaína que ya había sido desmantelada. Quedaba clara la relación non sancta entre los narcotraficantes y ciertos personajes de alto nivel en el Estado boliviano.

La pérdida fue irreparable, y los homenajes a la memoria del profesor Noel Kempff Mercado son permanentes en todo el territorio nacional. Dos meses después, el diputado Edmundo Salazar, del Frente Revolucionario de Izquierda, quien investigaba los hechos, fue asesinado en Santa Cruz.

Solo algunos fueron condenados por el triple asesinato de Caparuch: individuos del lumpen que cuidaban la factoría, mientras que los verdaderos culpables quedaron en la impunidad. Fueron cuatro muertes causadas por los narcotraficantes para proteger sus intereses y mantener su anonimato. La impunidad persiste casi cuatro décadas después de la alevosía que se materializó en aquellos proyectiles asesinos.