Hace 532 años y un día, un navegante genovés al servicio de la corona de Castilla, que estaba en proceso de unificación a todas las comunidades que actualmente forman parte del Reino de España, llegó a las costas de Guanahani, una isla del continente americano en el mar Caribe. Cristóforo Colombo era ese audaz marino quien, sin querer, encontró el nuevo mundo.

A partir de ese momento, comenzó un brutal proceso de conquista y colonización que muchos historiadores han tratado de disimular con argumentos tales como que los imperios más importantes de América, aztecas e incas, eran quienes verdaderamente sojuzgaban a los pueblos que se habían establecido en sus proximidades.

Es probable que algunas de estas comunidades se hubieran aliado con los europeos, pero lo cierto es que establecieron un sistema de discriminación y exclusión social que persistió muchos años después de la conquista de la Independencia Nacional de los Estados sometidos a la voluntad de las autoridades de Madrid.

Complejos procesos de recuperación de la dignidad de grupos preteridos por años dieron lugar a un nuevo pacto social que, al menos en Bolivia, comenzó a consolidarse hace 15 años apenas.

No resultó sencillo ese proceso de segunda emancipación. Incluso, en otros países, las comunidades originarias permanecen invisibles por el Estado, como sucede en Chile o Ecuador, mientras que en otros hubo matanzas de colectividades enteras.

Cuando un pueblo conquista a otro, —la historia lo demuestra— le impone toda una arquitectura social, política y cultural. Fue lo que sucedió durante los casi 300 años del coloniaje.

Por ello, la postura asumida por Claudia Scheinbaum en sentido de no sentar en su mesa a Felipe VI, monarca español, mientras no presente disculpas por las atrocidades cometidas por sus connacionales durante esa época, debe interpretarse como un gesto de dignidad, sin que ello signifique que se busque el revanchismo o romper relaciones diplomáticas con esa nación europea.

Se trata, sencillamente, de poner las cosas en su justo lugar y dimensión histórica. No es poco.