Hace 21 años, después de dejar un baño de sangre en El Alto, Gonzalo Sánchez de Lozada se daba a la fuga y se establecía en Estados Unidos, cuyas autoridades le concedieron protección, pues se trata de un ciudadano de ese país.

Con la huida de Sánchez de Lozada se cerró el ciclo de la democracia pactada, que es el denominativo con el que se conoció a una etapa de la historia republicana en la que los partidos políticos se diferenciaban entre sí sólo por el color de sus distintivos, pues ideológicamente estaban separados por apenas algunos matices y el nombre.

Así, el Movimiento Nacionalista Revolucionario, Acción Democrática Nacionalista, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, Unidad Cívica Solidaridad, Nueva Fuerza Republicana, Falange Socialista Boliviana y el Movimiento Bolivia Libre se diferenciaban entre sí sólo en el discurso y todos coincidían en la necesidad de mantener el modelo neoliberal.

Por ello, sus niveles de votación apenas excedían el 30 por ciento y conseguir un millón de votos era una utopía para cualquier político.

Entre 1985 y 2002, en realidad se produjo la banalización de la ideología en lo que se convino en llamar la “partidocracia”, que fue barrida por la fuerza de la historia precisamente aquel ya lejano domingo 17 de octubre de 2003.

Ese modelo se agotó y en sus estertores de agonía dejó muerte y dolor, principalmente en la ciudad de El Alto.

De las trincheras tendidas en las distintas zonas alteñas emergió un nuevo modelo no sólo económico sino de país e, incluso, se generó un nuevo pacto social en Bolivia, a pesar de la prédica insistente de Sánchez de Lozada, quien repitió hasta el cansancio, mientras su régimen se desmoronaba que “yo no voy a renunciar” hasta que debió hacerlo y huir para siempre de Bolivia.

Los bolivianos fuimos capaces de construir ese nuevo paradigma en paz, con votos y en democracia, a diferencia de otros países que se vieron envueltos en trágicas guerras civiles en las que hasta los ganadores resultan perdedores. No es un juego de palabras, pues en esos casos, el costo social y económico resulta elevadísimo.