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“Era difícil salir del alcohol, mi cuerpo me exigía, (...) me fortalecí con la fe y es lo que me tiene firme hasta ahora”, confesó el encargado de formación del centro de rehabilitación Peniel de El Alto, Omar A. S.

El diario La Prensa visitó este centro, que alberga a personas que buscan rehabilitarse y dejar simplemente como un mal recuerdo, las drogas, el alcohol, entre otros. En este espacio existen muchas historias de superación y otras que no lo lograron.

La recuperación es a través de oraciones, ayunos, lecturas bíblicas y otras actividades que dan paso a la reflexión y meditación, para afrontar y alcanzar el propósito de cada integrante.

TESTIMONIOS

Omar A. S., desde sus 19 años estuvo sumergido en el mundo de los vicios. A los 28 conoció esta institución y empezó su rehabilitación, en siete años logró dejar el alcohol y las drogas.  Este centro se convirtió en su segundo hogar, ahora se dedica a formar nuevos líderes para que ayuden a personas en situación de calle, con adicciones.

“Cuando llegué al centro de rehabilitación, tenía una herida en mi corazón, la pérdida de mi papá, cuando murió dejó un vacío y no sabía cómo llenarlo, ahí me refugié en el alcohol”, contó.

Nacho (nombre ficticio), consumía bebidas alcohólicas por más de 10 años, sus adicciones comenzaron cuando tenía 19, por problemas de pareja. Halló refugio en Peniel a sus 32 años. “Es una enfermedad difícil de controlar, (…) la lucha contra el alcohol es permanente”, dijo.

Otro de los integrantes al que visitó La Prensa, es Juan (nombre ficticio), quien desde sus 12 años comenzó con las adicciones “por causa de la soledad”, actualmente tiene 26. Vivió diferentes realidades mientras él estaba en las calles, vio morir a sus amigos por hipotermia, peleas entre bandos que llegaron a dañar incluso a familiares, todo, provocado por el consumo de alcohol, marihuana, pasta base, pastillas y otros estupefacientes.

“Salir, conformar una familia, terminar sus estudios, tener un trabajo estable”, son objetivos que pretende alcanzar, pese a que lleva menos de una semana en el centro. La motivación para internarse y perseguir sus sueños es su madre.

La Prensa trató de conversar con más integrantes de este centro, pero muchos, aún están en proceso de sanación y prefieren mantener el silencio.

REHABILITADO

Uno de los muchos rehabilitados, es Juan J. B., de profesión músico. Estuvo internado en el centro durante cuatro meses, luego, logró reintegrarse a la sociedad, “tiene solución si uno lo busca, si uno quiere”, aseguró.

El alcohol le había arrebatado la felicidad, destruyó el vínculo con su esposa e hijas. Ahora ellas son el apoyo fundamental para no recaer. A pesar de ya no ser parte de Peniel, aún asiste porque lo considera que es su hogar.

CREACIÓN

Este centro se creó hace 38 años, tiene el objetivo de atender a personas marginadas por la sociedad; cuenta con espacios para 26 camas, pero abastece para más de 40. Desde los 18 años hasta más de los 50 llegan a Peniel, según el director José I. A., quien fue rehabilitado en este lugar.

Según Omar A. S., del 100% de los internos el 20% se recupera, y los que recaen, no logran salir adelante, fallecen. Actualmente, 54 están en recuperación.

Solo el 10% cuentan con el apoyo de su familia, mientras que el 90% son personas en situación de calle.

Los problemas del hogar, la incomprensión, violencia, soledad, discusiones y peleas de pareja, son las causas más recurrentes de los internos que buscan una “solución en el alcohol y las drogas”.

En el Peniel, nueve meses es el tiempo establecido para la rehabilitación en tres fases: ambientarse; encontrar el origen del problema; finalmente el fortalecimiento para la reinserción social.

PROYECCIONES

Proyectan una obra para la ampliación de sus ambientes, pero, no cuentan con los recursos necesarios. Según el director, a pesar de acudir a empresas e instituciones, no obtuvieron una respuesta positiva, pero eso no los detuvo y optaron por dedicarse a la elaboración de pan y queques para autosustentarse.

El centro está ubicado en la ciudad de El Alto, en la urbanización El Kenko, a pesar de sus escasas condiciones, acoge a quien lo necesite, donde la fe de los internos puede más que los vicios.

Por: Nadia Apaza Ochoa