Ha muerto Eduardo Pérez Iribarne, sacer- dote jesuita, pero principalmente comu- nicador social. Era catalán, pero en 1976, ocho años después de su llegada a Uncía,
se acogió al convenio de binacionalidad existen- te entre el país y España para convertirse en un ciudadano boliviano más.
Tenía 17 años cuando decidió incorporarse a la Compañía de Jesús, cuyos superiores ordenaron que cumpla su misión pastoral en Bolivia. Su pri- mer destino fue la capital de la provincia Rafael Bustillo, del departamento de Potosí, distante a unos pocos kilómetros de Siglo XX, donde co- menzó su carrera periodística a través de los mi- crófonos de radio Pío XII, una emisora católica contestataria al régimen imperante por entonces, el de René Barrientos Ortuño.
Tras un paréntesis en Chile, donde se graduó en teología y periodismo, sufrió el rigor de otra dic- tadura militar, aquella que a sangre y fuego man- tuvo Augusto Pinochet al otro lado de la cordille- ra de los Andes, volvió a Bolivia y se instaló defi- nitivamente en La Paz.
Fue el sucesor de otro comunicador jesuita y es- pañol, José Gramunt de Moragas, al frente de ra- dio Fides. Fue testigo imponente del alevoso ase- sinato de su compañero de orden monacal, Luis Espinal Camps, hasta que otro pronunciamiento militar, salvaje e irracional como todos los gol- pes de Estado, lo obligó a exiliarse en Venezuela, pero aquel régimen despótico concluyó pronto y se abrió paso la democracia en el país.
A partir de ese momento, Pérez Iribarne se abrió en forma incontenible espacio en el ámbito de la comunicación social en La Paz y en el país.
Su obra es inconmensurable. La transformación de una emisora radial en un paradigma de la co- municación nacional. La hora del país dio voz a las poblaciones más alejadas de los principales centros urbanos del país.
En Eduardo Pérez Iribarne se fusionaron el sacer- dote, que da ayuda y hace obras de caridad, con el empresario capaz de erigir importantes empre- sas —de hecho, radio Fides— lo es, a través del impulso a actividades como la Doble Copacaba- na, primero, y la Vuelta a Bolivia, posteriormen- te, así como la recolección de juguetes para niños de escasos recursos económicos en Navidad.
El cura Pérez, como se lo conocía, marcó huella en la comunicación nacional. Paz en su tumba.