17/1/2025.- La estrategia defensiva más común de los abogados de oficio o quienes inician su carrera profesional en el área penal consiste literalmente en echar la culpa de lo sucedido a las personas ya fallecidas, pero que en vida se involucraron en los hechos o responsabilizar de todo a los fugitivos de la acción de la justicia.
¿Puede alguien en su sano juicio creer que un niño de 11 o 12 años, quien difícilmente comprenda la importancia de poseer una identidad individual para actuar ante los organismos estatales y privados, haya dado lugar a que se cambie su nombre y datos personales a espaldas de sus padres o, en el peor de los casos, de sus abuelos y con la única ayuda de “don Alberto”, un vecino de quien el directo actor de este sainete no conoce su apellido, que era abogado y que ya falleció?
Y por añadidura que cuando, con apenas 13 años, se presentó a una prueba para formar parte del club Aurora, hubiera presentado los documentos en los que aparece con otra identidad para formar parte del equipo Sub-13, pero que en sus documentos figuraba con apenas siete años.
Se dice que la mentira tiene patas cortas y que la verdad alcanza rápidamente a quienes la transgreden.
Da la impresión de que la estrategia defensiva de Aurora busca eximir al club de este proceso y que sea el jugador quien cargue con todo el peso de esta acción que se encuadra dentro de las figuras penales de falsedad material, falsedad ideológica y uso de instrumento falsificado, que se sancionan con penas privativas de libertad.
Si, con cierta dosis de ingenuidad, se da crédito a la versión del futbolista, alguien dentro del club Aurora tenía que saber la verdad de lo que sucedía en este caso y en lugar de corregir la situación, poner a derecho los documentos del muchacho y evitar que las cosas lleguen a este extremo.
Estamos en presencia de un escándalo. Es necesario investigar el caso a fondo y encontrar a los verdaderos responsables de este despropósito. La transparencia del fútbol boliviano así lo exige.