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Desde hace 10 años, las manos de don Rufino Mamani Mamani dejaron de construir casas para moldear figuras de animales en semillas y frutos secos. En su taller, repleto de artesanías, pasa la mayor parte de las horas del día, sentado para darle forma, últimamente, a los cocoteros, frutos de la palmera más cultivada en el mundo. Enterada de la creatividad de don Rufino, LA PRENSA visitó su taller, en Chasquipampa, ubicado a unos 45 minutos del centro paceño. Desde que uno cruza la puerta de su casa, se observa unas cinco figuras de cabezas de rinocerontes, de unos cuatro centímetros de largo, hechas con base en semillas de palmito, secadas al sol. Al ingresar al taller, de unos nueve metros cuadrados, este hombre de rostro y manos arrugadas, tiene expuestas más de 200 figuras de animales en tres estantes y sobre una mesa. Se puede observar tortugas, osos, monos, rinocerontes, elefantes, quirquinchos, llamas, zorros, ñandúes y búhos de todos los tamaños. Es todo un zoológico de belleza. Pero también, entre este mundo de miniaturas, se cuenta a personajes como un kusillo, una cholita, un ekeko, todos hechos con semillas de algún árbol que crece en los Yungas. “Los búhos los compran los abogados, se llevan dos o tres, porque saben que vigilan el espacio en la noche”, explica doña Francisca Chambi, esposa e inspiración de este artista. Rufino habla principalmente aymara. Cumplirá 78 años el día más frío del año, el 21 de junio. Junto a su esposa de 68 años, se establecieron en La Paz provenientes del municipio de Quiabaya, provincia Larecaja. Su llegada tuvo lugar hace casi cuatro décadas, cuando su terreno estaban en medio de un pantano. Hace unos 10 años, el matrimonio viajó a Caranavi, donde su hijo tiene un lote, en el que el hombre conoció las semillas de motacú y tuvo la idea de darles la forma de una tortuga. Los elementos que más usa son partes de palmito, motacú, pino, eucalipto, siete copas, nuez y frutos secos como cuti cuti y cocotero, la mayoría recogidas en la zona yungueña de La Paz. Mientras posaba para las fotos, el artesano explicó que, primero, en el caso del cocotero, debe retirar la cáscara, luego diseñar la figura sobre el coco y después, con ayuda de un pequeño cuchillo, empieza el tallado. Evita revelar los ingredientes secretos que le sirven para elaborar, por ejemplo, las patitas de los animales. “Un chino me ha enseñado, no puedo decir”, comentó sonriente. La creatividad de don Rufino le permitió recibir al menos dos distinciones de la Alcaldía de La Paz, uno de los cuales fue el “Premio de Técnicas Mixtas Concurso Municipal Miniaturas de Alasita 2018”. “A veces vendo bien, los chiquitos a 15 o 30 bolivianos y los más grandes a 110 o 120 bolivianos”, informó, en momentos en que una llamada interrumpe la conversación, pues, se trata de un cliente a quien le dice que lo esperará el jueves en el paseo de El Prado para hacer una transacción. Su puesto de venta no es permanente, pues, a veces, se instala en la plaza Venezuela o en puertas del Ministerio de Educación, en la avenida Arce, pero también se ubica en la plaza Isabel la Católica, el Puente Las Américas o en la avenida 6 de Agosto y la plaza Pérez Velasco.