“Es cierto que muchas cosas cambiarán a causa de la crisis. El regreso a un mundo anterior a la crisis está excluido. ¿Pero estos cambios serán profundos, radicales? ¿Irán incluso en la dirección correcta? Hemos perdido el sentimiento de urgencia y lo que hasta ahora ha ocurrido proyecta un mal augurio sobre el futuro”.
Esta aseveración, que en las primeras sensaciones pareciese que describe nuestro transitar por el momento de crisis económica, política e institucional corresponde, en realidad, al premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. Están anotadas en el libro que publicó en el año 2010 y al que tituló “Caída libre: América, los mercados libres y el hundimiento de la economía mundial”.
Stiglitz, conclusivamente, recomienda la necesidad de avanzar hacia economías más sostenibles, introducir reformas centradas en la creación de empleo y establecer una suficiente regulación de los mercados para prevenir crisis financieras.
Ello permite colegir que estas tienen, finalmente, un efecto transformador, profundo y duradero, en la economía y la sociedad, pues la afirmación de que “el regreso a un mundo anterior a la crisis está excluido” sugiere que las condiciones previas a la crisis ya no son alcanzables.
Si pensamos en Bolivia podemos afirmar, siguiendo la línea de pensamiento de Stiglitz, que el Modelo Económico Social Comunitario Productivo, afectado por la pérdida de su fuente de financiamiento ha dejado de ser sostenible, siendo previsible que enfrenta su final o cuanto menos una necesaria e ingeniosa transformación. Nada será como antes en términos económicos, pues el final del ciclo político del proyecto social popular cierra consigo también un ciclo económico.
“El desenvolvimiento de la actividad económica no se realiza de una forma equilibrada y sin alteraciones. Por el contrario, las perturbaciones de las variaciones económicas se suceden de forma recurrente. A una fase de expansión en la que se incrementa la producción, los beneficios, los salarios, el consumo, etc., le sigue, luego de haberse producido una crisis de la fase anterior, otra de contracción (recesión) en la que las características experimentadas por las variables en el momento expansivo se ubican en una situación inversa y comienzan a declinar.
Esta marcha de la economía y las etapas disímiles en que se desenvuelve su actividad conforman los ciclos económicos”. “A una fase de alza le sucederá, luego de una etapa de transición, otra de baja que, una vez concluida, señalará el punto de partida hacia la iniciación de un nuevo ciclo.
El desarrollo de los ciclos económicos se compone de cuatro fases: 1.) fase de iniciación de un nuevo ciclo (recuperación); 2.) fase de prosperidad (expansión); 3.) fase de crisis (interregno que conduce a la recesión); 4.) fase de depresión (recesión)”. La economía boliviana está transitando el último tramo de la de la fase de crisis para ingresar al tiempo y momento más complejo y crítico: la recesión económica.
Hoy, la fase de crisis, el momento del interregno, exhibe indicadores de alta criticidad sin medidas que la contradigan, un incremento constante del déficit fiscal; la ruinosa situación de las reservas internacionales que evidencia el Banco Central; la carestía dramática de dólares y en consecuencia la falta de combustible en provisiones normales en el país.
Déficit comercial, inflación cercana a los dos dígitos y una credibilidad en caída libre de las expectativas sobre si desde la presidencia del Estado se está en condiciones de resolver el atasco económico. Todo ello nos colocará en la cuarta etapa profundizando la molestia social y colapsando la economía.
Lo que suena es la palabra crisis, lo que se escucha es un hay que cambiar el modelo y la conclusión repetida es que el modelo está agotado. El negacionismo intransigente de no reconocer que el modelo económico ha perdido definitivamente su solvencia impide pensar e implementar políticas que puedan reconducirlo. Esta obsesión incomprensible facilita la instalación de economicismos radicales que razonan sobre la idea de un Estado mínimo y una economía desregulada y de pleno mercado.
Entrados ya prematuramente en el tiempo electoral, los presidenciables, sus equipos y el mundo opinador y analítico van de la mano de un cuantitativismo liviano, donde lo estadístico y la economía es lo único que define la vida de un ciudadano. Esta crisis económica, que la separan de la sociedad y su integralidad de problemas complejos para convertirla en un festival de números y ofertas insustanciales e intimación electoral, ¿en qué ha convertido las esperanzas y la vida social de los bolivianos?
Hay que superar la crisis tantas veces desmentida, por supuesto que con soluciones económicas, pero fundamentalmente, rehaciendo la vida social, la política, las convivencias sanas, acudiendo sin temores al principio universal de la autodeterminación, ese que debe dar paso a nuevas formas de organización institucional, gobernabilidad y transformaciones sociales que amparen la dignidad de todos los bolivianos y bolivianas.
Las crisis económicas son el espacio donde se desarrollan los autoritarismos, algunos, en distintos actores políticos, ya empiezan a manifestarse en sus rasgos primeros. Si el final del ciclo económico ha coincidido en la misma temporalidad que el fin de ciclo político, estamos obligados, con sentido de urgencia, a comprender la necesidad del cambio social, y exige a su vez, saber y tener conciencia de que cualquier retroceso al periodo anterior a la crisis, no es más que la vía atropellada de preparación de otro tiempo de nuevas criticidades.