La codicia sociológicamente descrita es la cualidad de quien tiene un vivo deseo de adquirir o poseer; puede derivarse en codicia social como un apremiante deseo de poseer un status o nivel social, una filiación de grupo o algún otro valor social. 

¿Soy codicioso impenitente en adquirir más conocimiento? ¿Es eso bueno? la afirmación sería la acepción positiva de la codicia. ¿Será la codicia emocional o cognitiva? lo que se piensa en abstracto es que el secreto estriba en que esa potencia trasuntada en el ansia irrefrenable de la codicia por algo, se debe, ante ese irreprensible fenómeno, poseer una consistente mesura, entendida como moderación y compostura en los sentimientos, las palabras y las acciones. 

Con asiduidad, mujeres y hombres nos enceguecemos por la avidez de posesión o logro y nos ocluimos ante las necesidades de los otros. En la antigüedad, estas apetencias generaban situaciones problemáticas; tenían su origen en la voz latina “curiositas” y, cuando esta fuerza se expresaba en la curiosidad por la ciencia, ésta era probada y compulsada en los conocimientos para ser aceptada. 

Aristóteles, en relación a la realidad que la codicia reside en mujeres y hombres decía que cuando existe mesura es una virtud y lo contrario si no irrumpe ese detente interno. Mujeres y hombres aspiramos a la felicidad y nos esforzamos en la obtención de ella, empero, cuando se observa esa impronta por la explicación filosófica, a medida que las aspiraciones se logran, esa fuerza no se amaina, sino que se transforma en inextinguible. 

También la filosofía nos ilustra sobre la relación que existe entre la finitud y la codicia, pues cuánto más posesiones y logros aspiramos hombres y mujeres y no se los puede obtener, más vertiginosamente desaparecen los reparos en conseguirlos a costa de otros. 

Erich Fromm apuntaba que la codicia es el resultado o consecuencia de la vida interna y se manifiesta en diversos sentidos. Cuánto más débil es la dimensión de la vida interna, no se aceptan fronteras para la codicia; los codiciosos ilimitados que no reconocen fronteras erigen una peligrosa posición pues desconocen sus orígenes o de dónde vienen sino sólo se concentran adónde van. 

Al respecto es pertinente citar lo que expresó el filósofo francés J.P. Sartre: “es el hombre que tiene la predisposición de ser dios porque busca la igualdad y la equidad”. Las consecuencias resultantes entre la codicia y la ausencia de mesura para su dominio conducen a una mala vida conciencial pues nunca surgirá un equilibrio entre la fuerza de la codicia y el daño que se ocasiona a los demás. 

Esto sucede repetidamente con algunos políticos y mandatarios bolivianos y, peor, en la administración pública, donde los infractores alegan con impavidez, para justificar su latrocinio, con la frase” si otros lo hicieron por qué no yo”; denotando su indignidad y propiciando la impunidad, depauperando la economía del Estado, a resultas, patrimonio de los contribuyentes. 

En la economía se presenta este fenómeno cuando se pretende y emprende un crecimiento incontrolable e irreflexivo que desestructura el medio ambiente y las bases sociológicas, ante ello se debe meditar profundamente y con conocimientos en la disyuntiva hacia donde se quiere crecer y el límite que existe para hacerlo.

¿Tienen los resultados fallidos y fracasos de la economía como causas a la codicia? se puede contestar razonablemente que la codicia es un factor para los fracasos y desatinos de la economía mundial. Como corolario, debido a que la codicia es aceptada generalmente por la sociedad como expresión de liberación, aquélla debe ser conducida con responsabilidad total y sensata vislumbrando a priori las consecuencias.