Ha caído Bachar Al-Asad. Es una demostración más de que las dictaduras eternas no existen, aunque algunas puedan prolongarse durante largos años, como ocurrió con los Somoza en Nicaragua o con Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana por citar sólo a dos.
Los seres humanos actuamos sólo por temor a las represalias y los castigos. Las leyes son convenciones aceptadas por todos para comportarnos en forma civilizada.
Los contraventores deben cumplir sanciones que, a lo largo de la historia, han tenido diferentes formas de manifestarse, desde los azotes, las mutilaciones, la reducción a la esclavitud, las torturas y la privación de libertad.
Las dictaduras, sea cual fuere su signo ideológico, se apoyan en ese temor a la represión para mantenerse en el poder, pero cuando los ciudadanos, súbditos o como quiera llamárselos pierden el temor a los castigos corporales, es cuando los autócratas acaban su gestión y huyen o mueren.
La represión es atentatoria contra los derechos humanos. En realidad, se trata de dos conceptos antagónicos. La sociedad siria superó ese temor y el régimen que comenzó en 1971, con el padre de Bachar Al-Asad, se desmoronó.
Si bien la etapa final de esta especie de monarquía duró algunos días fue un proceso lento y complicado, sangriento y muy riesgoso.
El dictador emprendió el camino del exilio y es probable que nunca vuelva a la tierra que nació y en la que cometió crímenes de lesa humanidad. Se habla de que los organismos de represión del Estado sirio mataron, desde el estallido de la llamada “primavera siria”, a medio millón de personas, incluso con el empleo de armas químicas.
La sola mención de las cárceles de la dictadura hacía estremecer a cualquiera, pero cuando una comunidad se decide a terminar el orden de cosas imperante, no hay fuerza humana capaz de frenar esa voluntad.
¡Vaya si lo sabrá Bachar Al-Asad! El autócrata podrá disfrutar, ahora, de su fortuna lejos de su tierra y corresponderá al pueblo sirio reconstruir su país, labor que, por el momento, se perfila complicada y llena de peligros por las divisiones que en breve surgirán.