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  • LA PRENSA

El calendario histórico de Bolivia está repleto de fechas tristes y aciagas, aunque una de las peores es, sin lugar a la menor duda, la del 17 de julio de 1980.

Fue cuando se instalaron la barbarie, la prepotencia y la delincuencia en el poder, que tomaron la forma de uniformes militares corporizados en los nombres de Luis García Meza y Luis Arce Gómez, quienes acabaron sus días en condición de reos rematados por los delitos que cometieron durante aquellos 12 meses y tres semanas durante los que ejercieron el poder.

Fue la culminación, aunque no el final, de una serie de acciones destinadas a sembrar terror en la población, con asesinatos selectivos, como el que fue víctima el sacerdote jesuita Luis Espinal Camps, el atentado a la aeronave en la que viajaba Jaime Paz Zamora, los explosivos que detonaron en diferentes puntos de la ciudad de La Paz, en especial aquel lanzado contra un acto proselitista de la Unidad Democrática Popular (UDP) y otros, aunque uno de los peores momentos de aquella desgraciada jornada fue el asesinato del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz.

En nombre del anticomunismo que encarnaba la UDP, un sector cavernario de militares, con inocultables vínculos con narcotraficantes —la justicia de Estados Unidos condenó a Arce Gómez por tráfico de drogas—, aquel jueves triste se inauguró una etapa de muerte, miedo y corrupción sin precedentes en la historia del país.

A lo largo de casi dos centurias de existencia independiente, se puede afirmar sin temor a error alguno que los peores gobiernos de Bolivia fueron los presididos por Mariano Melgarejo y Luis García Meza.

Se dice que los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla. Estas líneas deben servir de recordatorio para que nunca más vuelvan a surgir regímenes de esa naturaleza, retrógrada y abusiva.

Hace algunos días, los bolivianos volvimos a ver un despliegue militar sobre el centro político nacional. Fue un recordatorio de que intereses subterráneos son una permanente amenaza para la democracia boliviana.

No se debe perder de vista que la democracia es la mejor forma de organización socio-política que ha desarrollado la humanidad desde sus inicios.