Imaginen por un momento a una niña o un niño naciendo hoy en Bolivia. Sus primeros pasos, sus sueños y su capacidad para alcanzar su potencial dependen de lo que hagamos por ellos ahora. 

Ellos no tienen voz en las decisiones que los afectan, pero sienten, esperan y confían en que los adultos de su entorno –y quienes toman las grandes decisiones– harán lo necesario para garantizarles una vida plena y digna. 

Ahora, reflexionemos: ¿qué habría sucedido si no existiera la Convención sobre los Derechos del Niño? En un mundo sin este tratado, millones de niños seguirían creciendo invisibles para las políticas públicas, sin acceso a servicios de salud o educación. 

La mortalidad infantil no habría disminuido drásticamente, y muchos niños y niñas no tendrían un nombre, una identidad legal, ni protección contra la violencia y la explotación. Las desigualdades que enfrentan niñas y niños en comunidades indígenas y rurales, en situaciones de pobreza o exclusión, seguirían siendo ignoradas. El 20 de noviembre, Día Mundial de la Infancia, conmemoramos también los 35 años de la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado que cambió la manera en que el mundo entiende la niñez. 

Por primera vez, las niñas y niños fueron reconocidos como titulares de derechos propios, no como objetos de cuidado, sino como personas con voz y necesidades que deben ser protegidas y promovidas. En estos 35 años, hemos visto avances que antes parecían imposibles: 

• A nivel global, la mortalidad infantil se ha reducido en más del 60%. 

• Millones de niñas y niños han accedido a la educación y a servicios de salud. 

• Las leyes se han fortalecido para protegerlos contra la violencia y la explotación. En Bolivia, gracias al compromiso del Estado, hemos logrado grandes hitos: 

• La mortalidad infantil se ha reducido significativamente. 

• La cobertura educativa en primaria es prácticamente universal. 

• Programas sociales, como los bonos condicionados, han mejorado la calidad de vida de millones de niñas y niños. 

• La promulgación del Código Niño, Niña y Adolescente ha establecido un marco normativo sólido que refuerza sus derechos. Hace tres décadas, Bolivia enfrentaba cifras alarmantes de mortalidad ejemplo uno de cada diez niños moría antes de cumplir su primer año de vida y la mitad de los estudiantes infantil. 

Esto porque cuando iniciaba la primaria el niño o niña abandonaba antes de concluirla y no existían entes dedicados exclusivamente a proteger la niñez. Sin embargo, el trabajo no está terminado. Todavía hay niñas y niños que no tienen acceso a servicios esenciales, que enfrentan violencia o que ven truncadas sus oportunidades por la pobreza y la desigualdad. 

Pero gracias al compromiso del Estado boliviano, de socios estratégicos y al marco transformador de la Convención, se logró reducir la mortalidad infantil a una muerte por cada 35 niños, y la conclusión de la primaria es casi del 100% de los inscritos. Hoy hacemos un llamado urgente a las autoridades y a los tomadores de decisión. En un momento en que Bolivia enfrenta desafíos económicos y sociales, es fundamental que la niñez sea una prioridad en la agenda pública. 

Las niñas y los niños no votan, pero sus derechos no pueden quedar fuera de las decisiones políticas. De cara a las próximas elecciones, instamos a los candidatos y futuros líderes a comprometerse con la niñez. Proteger sus derechos no solo es un mandato moral y legal, sino una inversión en el futuro del país. 

El tiempo para actuar es ahora. Un país que escucha y prioriza a su niñez construye una sociedad más justa y próspera para todos. Escuchemos el futuro. Hagamos de Bolivia un lugar donde cada niña y niño tenga la oportunidad de florecer, sin importar dónde nazcan o crezcan.