16/1/2025.- Transcurrieron 44 años desde que la infamia y la prepotencia que vestía uniforme en los aciagos años iniciales de la década de 1980, se ensañó con ocho bolivianos. Eran tiempos en que la democracia, tambaleante y débil, pretendía abrirse camino en medio de las balas y las bayonetas.

La tarde del 15 de enero de 1981 pasó a la historia como el escenario de uno de los crímenes más cobardes y espantosos de Bolivia. En la calle Francis Harrington, hoy Mártires de la Democracia, ocho jóvenes dirigentes del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR): Artemio Camargo, Ramiro Velasco, Jorge Baldivieso, Ricardo Navarro, Gonzalo Barrón, Luis Suárez, Arcil Menacho y José Reyes Carvajal fueron asesinados a mansalva por efectivos del Servicio Especial de Seguridad (SES), el tenebroso organismo dirigido por Luis Arce Gómez.

Junto al dictador de entonces, Luis García Meza, y Arce Gómez, los agentes de la represión Guido Benavídez Alvizuri, Carlos Helguero Larrea, Gerardo Moldes, Juan Carlos García, Tito Montaño Belzu, Galo Rubén Trujillo Braun, Víctor Hugo Marcelli Pianezzi, Arturo Torrico Vásquez, Adhemar Alarcón Silva, Daniel Cuentas Valenzuela, Víctor Barrenechea Aramayo, Juan Carlos Valda Peralta, Roberto Monroy Flores y René Humberto Chacón Tavera fueron señalados como los autores de ese crimen.

Alarcón Silva fue el “buzo”, el infiltrado en filas del MIR para delatar las actividades de esta organización.

García Meza y Arce Gómez murieron mientras cumplían las condenas impuestas por la justicia ordinaria boliviana, aunque el primero de ellos lo hizo rodeado de comodidades en una suite que se puso a su disposición en el Hospital Militar.

Arce Gómez, quien fue en sus tiempos, el epítome del despotismo, murió como lo que fue, un vulgar delincuente en una cama del Instituto Nacional de Tórax a donde había sido trasladado desde el penal de máxima de seguridad de Chonchocoro, donde había sido internado en julio de 2009, después de que Estados Unidos lo expulsara de su territorio y lo entregara a Bolivia.

Nunca se podrá establecer la magnitud del daño que estos criminales causaron al país, mientras los bolivianos honran la memoria de los caídos en aquella matanza.